Casi 800 personas han muerto en una avalancha durante un partido de fútbol hasta ahora
Lorena González.
Distintos países, ciudades diversas, estadios diferentes y distintas épocas. Pero todos han tenido un factor común: la tragedia. En cualquier caso, estos espectadores, como podríamos ser cualquiera de nosotros el día de mañana, iban al campo para disfrutar con su equipo. Y quién les iba a decir que ocurriría aquello con lo que se encontraron.
La historia del fútbol está cargada de emoción, de cracks, de goles y de campeonatos. Pero también de calamidades, como son las muertes por avalancha. Afortunadamente, dramas como estos no ocurren todos los días, pero tampoco se trata de algo que se haya producido tan solo un par de veces. Malas condiciones de los estadios, sobrecarga de la capacidad de los recintos, cargas policiales, tensión entre aficiones. Muchas han sido las causas de estos sucesos que han terminado mal, sin excepción.
Europa, la cuna
Si bien es cierto que el fútbol nació en la segunda mitad del siglo XIX, cuando aún crecía como deporte fue cuando empezaron a darse este tipo de infortunios. El 5 de abril de 1902 fallecían 40 personas y otras 168 resultaban heridas. Los hechos se produjeron en el Ibrox Park de Glasgow, durante el primer encuentro que enfrentaba a Escocia e Inglaterra. La causa fue el derrumbamiento de una tribuna por exceso de aficionados.
Más de cuarenta años después, el 9 de marzo de 1946, se desbordó en el estadio Burnden Park, en Bolton, una grada superior que aplastó a los ocupantes de la tribuna inferior. La tragedia se saldó con 33 muertos y 400 heridos. Posteriores investigaciones indican que en las gradas había espacio para 65.000 personas, y en este partido entraron un total de 85.000.
En Europa no vuelve a darse un caso similar hasta el 2 de enero de 1971, en que fallecieron 66 personas y 150 resultaron heridas al caer las barreras de contención de la escalera número 13 del Ibrox Park de Glasgow. Una de las hipótesis que surgieron en torno a este asunto fue la de la avalancha de gente producida por la euforia del gol de empate del Celtic en el último minuto.
El 29 de mayo de 1985 la tragedia deportiva vuelve a aquejar al viejo continente. Una avalancha humana acaba con la vida de 39 personas, dejando 600 heridos a su paso. Esta tragedia se produjo en el estadio Heysel (Bruselas), durante la final de la antigua Copa de Europa donde se enfrentaban Liverpool y Juventus, una hora antes de que comenzara el partido. Había más de 25.000 aficionados de cada equipo. La UEFA se había encargado de repartir las aficiones por diferentes zonas del recinto, reservando localidades para aquellos belgas que quisieran presenciar el encuentro. Al final, estas entradas reservadas fueron adquiridas por los aficionados de Liverpool y Juventus, por lo que coincidieron en la grada.
Esta semana se han cumplido 20 años desde que el 15 de abril de 1989 se produjera la conocida “Tragedia de Hillsborough”. Se trataba del partido de semifinales de la Copa de la Asociación de Inglaterra que enfrentaba a Liverpool y Nottingham Forest. Un total de 96 personas morían aplastadas contra las vallas del estadio. Al principio se buscaron las causas en los actos de violencia de los aficionados, pero posteriores investigaciones demostraron que fueron el exceso de capacidad y el mal estado del recinto lo que provocaron esta tragedia.
En los 90, concretamente el 5 de mayo de 1992, murieron 17 personas y más de 2.800 resultaron heridas por el hundimiento de una tribuna en el Armand Césari, en la ciudad de Furiani (Francia). Dicho sector cedió por el exceso de público. El “Drama de Furiani”
Fuera del continente europeo
Que en Europa sea el ámbito geográfico donde más se han dado estas catástrofes, no quiere decir que sea el único. El 24 de mayo de 1964 morían más de 300 personas por aplastamiento y asfixia. Los hechos se produjeron en el estadio Nacional de Lima durante un encuentro entre Perú y Argentina, en las eliminatorias de los Juegos Olímpicos. La invalidez de un gol desató la ira de la hinchada. Esto movió a la policía a usar gas lacrimógeno, lo que provocó el pánico entre los aficionados, que intentaron salir del estadio. Pero estaban las puertas cerradas.
Otro caso de puertas cerradas próximo a este en el tiempo, fue que se produjo en la ciudad de Kayseri, Turquía. El desastre tuvo lugar durante el encuentro entre Kayseri y Silvas Sport. Se produjeron enfrentamientos multitudinarios y aplastamientos contra las puertas del estadio, que también estaban cerradas. Un total de 41 personas fallecieron en este terrible suceso.
Y es que las puertas cerradas parecen ser una de las principales causas de este tipo de acontecimientos. El 23 de junio de 1968 murieron 71 aficionados, la mayoría niños, durante el clásico River Plate-Boca Juniors. Cuando los hinchas fueron a salir del Estadio Monumental por la puerta 12, esta se encontraba cerrada, por lo que empezaron a abarrotarse.
Rusia tampoco se libra de las avalanchas. En octubre de 1982 se produjo un desbande de público en el estadio de Loujniki. El caso de Sudamérica es casi tan exagerado como el de Europa. El 16 de octubre de 1996 murieron 84 personas en una avalancha en el Estadio Nacional Mateo Flores de Guatemala. Y el 25 de noviembre de 2007, hace apenas dos años, siete personas murieron y 40 resultaron heridas por el hundimiento de una grada. Estos hechos se producían en el Estadio Fonte Nova de Salvador, Brasil.
A medida que han pasado los años, los estadios se han visto reforzados y en la actualidad, es difícil encontrarse con casos similares. Pero hasta el día de hoy, ¿por qué no se tomaron medidas antes? Ahora que apenas quedan estadios de fútbol en malas condiciones como para que los espectadores se vean envueltos en una tragedia como las citadas, quizá la solución no sea aumentar efectivos policiales en los campos, ya que en ocasiones, han sido estos la causa de las avalanchas y las peleas. Tampoco es que deba disminuir el número de autoridades que cuidan del gallinero. Posiblemente, la solución sea controlar, sobre todo, a los aficionados del equipo visitante a la hora de ubicarlos en el campo, para que no se produzcan, no sólo más avalanchas, sino, más bien, cualquier forma de violencia entre unos espectadores que, en teoría, deberían asistir al campo a disfrutar del fútbol, que es lo importante al fin y al cabo.
Las peores avalanchas y el fútbol
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