Cuando en el año 2003 se publicó El código Da Vinci, pocas personas podían augurar tal éxito de ventas. A día de hoy, se han vendido más de 80 millones de ejemplares de esta "novela".
El código Da Vinci ha sido criticada por decenas de críticos en todo el mundo, que resaltaban la ínfima calidad literaria de la obra. Cualquier aficionado a la lectura, podrá percibirlo: el autor abusa de las frases cortas, que más que una depuración narrativa evidencian una carencia estilística, impidiendo la profundización en el espacio.
El principal defecto de El código Da Vinci es la prisa del autor que ha publicado una novela como si se tratara de la reparación de un coche, de manera mecánica, pero con una explícita ineficacia que lo han dejado sin apenas armas para defender su obra. Porque El código Da Vinci no debería ser más que el esqueleto, el borrador de la novela social que podría haber sido, con un estudio más intenso y completo de los personajes, lo que hubiera permitido al lector hacerse una idea de su verdadero perfil. No debería ser la historia breve y previsible que es, al borde de la pseudoliteratura. Una lástima.

Pero aun así, hay que reconocer los "méritos" de este autor, que no sólo ha conseguido hacerse multimillonario, sino que además ha creado moda. Tras la estela de El código Da Vinci, se han publicado demasiadas obras de temática parecida: La hermandad de la sábana santa, El último catón, La catedral del mar, y un largo etcétera...
Todas las mencionadas no son más que copias baratas, lo que supone una deshumanización de la literatura, en el que el trabajo artístico del autor desaparece, y lo más importante es generar dinero. Basta ya. La literatura, desde el principio de los tiempos, ha sido un arma y un medio de expresión de ideas, de arte... y así debe continuar siendo, por mucho que las editoriales se empeñen en publicar obras nefastas.
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